La historia de Clara Campoamor es digna de mención pese a que hoy escasamente es nombrada en los libros de historia, o ni siquiera mencionada en tantos otros.
La mujer que luchó en el congreso por el voto femenino y pese a la oposición de miembros de su propio partido, consiguió, con mucho esfuerzo, oratoria y firmeza, darnos a las mujeres un derecho y una voz que nos igualaba a los hombres, al menos sobre el papel.
Nacida en Madrid un 12 de febrero de 1888. Hija de un contable, Manuel Campoamor, y una costurera, María Pilar Rodríguez. Huérfana de padre con 13 años, Clara Campoamor tenía 33 años cuando pudo cursar bachillerato y 3 años después se había licenciado en derecho, para posteriormente pasar a formar parte del colegio de abogados de Madrid.
En aquella época, principios del siglo XX, era extraño que una mujer consiguiera una licenciatura, pero ejercer la abogacía, siendo mujer, lo era más todavía. Victoria Kent y ella fueron las primeras mujeres en abrir un bufete en España.
Clara empezó a colaborar en asociaciones de defensa de la emancipación de la mujer e incluso tuvo su lugar en el Ateneo de Barcelona, donde dio algunas charlas sobre el divorcio y la pérdida de derechos y libertades de la mujer casada (Una mujer soltera tenía una serie de derechos que al casarse pasaban a ser responsabilidad de su marido).
Con la Segunda República Española (14 de abril de 1931), consiguió tener un escaño en el congreso, renunciando primero a su candidatura en el anterior partido al que se encontraba afiliada desde 1929 (Acción Republicana, el partido de Manuel Azaña), ya que no le permitieron presentarse como candidata. Se presentó como miembro del partido radical, cuyo líder era Alejandro Lerroux. Gracias a su apoyo formó parte de la comisión que legislaría la Constitución española de la República, siendo con ello portavoz en la lucha por el voto femenino.
Clara Campoamor, junto con Victoria Kent, fueron las primeras mujeres elegidas en el parlamento (2 mujeres, frente a 470 diputados varones), pero sin poder ser electoras, ya que el debate sobre el voto femenino quedó pendiente para la asamblea constituyente, es decir, la que elaboraría la constitución.
El 14 de julio de 1931 se inauguraron las Cortes Constituyentes, que debían dar a España una Constitución que fijara los derechos y deberes ciudadanos. Entre las reformas a discutir, se encontraba el sufragio femenino. Clara lo defendió, apoyada por socialistas, radicales, azañistas y radical-socialistas, aunque muchos se pronunciaron luego en contra en el debate parlamentario (recordad esto último).
La aprobación del voto femenino llegó el 1 de octubre de 1931, convirtiéndose España en el primer país latino que reconocía a la mujer el derecho al sufragio. No sin antes una intervención en solitario de nuestra protagonista, que vivió uno de los momentos más difíciles como mujer, enfrentándose a toda la Cámara del congreso, con éxito.
“Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino…”.
El sufragio femenino fue aprobado por 161 votos a favor y 121 en contra, en el artículo 36 de la constitución.
Pese a un posterior intento de debate, que pretendía retrasar de nuevo la aplicación de este nuevo derecho, quedó desestimado, con la intervención de Clara Campoamor en su defensa y con la oposición de algunos miembros de su partido, además de Victoria Kent (que ya se habían opuesto a su implantación en la primera votación). Campoamor tuvo que contestar a todos los oradores, siendo su última gran intervención sobre el tema. Con 131 votos en contra y 127 a favor, la contrapropuesta que pretendía eliminar el sufragio femenino queda desestimada, y así queda por fin instaurado el voto femenino.
En noviembre de 1931, Clara Campoamor funda la Unión Republicana Femenina, organización política que tenía como fin preparar a las mujeres para llevar a cabo sus deberes cívicos en defensa de la república, mediante cursos y formaciones en temas políticos y de cultura general.
Dimitió de su puesto en el partido radical en 1934, tras la dura represión de los rebeldes de la revolución en Asturias.
Cuando en 1936 estalla la Guerra Civil Española, el exilio fue el camino de muchos, entre ellos, el de Clara Campoamor. Primero en Lausana y después en Buenos Aires, buscó en varias ocasiones la manera de volver a España, pero no lo consiguió.
Clara Campoamor terminó sus días en Lausana (Suiza), donde moría de cáncer el 30 de abril de 1972, con 84 años. Sus restos fueron trasladados a San Sebastián.
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